lunes, 14 de mayo de 2012

62/Modelo para amar, Julio Cortázar

Atarse al mástil por miedo a la música, seguir cerca de Marrast y sentirse sucia y atarse lo mismo al mástil por miedo a la inútil libertad que sería inevitablemente una puerta cerrada en Viena o una explicación cortésmente distante y unas cejas alzándose con el mínimo de sorpresa consentido por el buen tono. Juan la miraría afectuosamente y la besaría en la mejilla, la llevaría a cenar, al teatro, distraído y amable, habitado por otra imagen imperiosa, y su frivolidad le jugaba una mala pasada, si el beso en la mejilla se corría hasta la boca, si después sus manos buscaban los hombros de Nicole y la ceñían con más fuerza, ella sentiría eso como una limosna a la esperanza harapienta, el justo pago a la puta de vestido verde...

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