sábado, 15 de febrero de 2014

Tres momentos de una vida, Hermann Hesse

-Y otra cosa: a veces pienso que lo más hermoso del mundo es una muchacha esbelta de cabello rubio. ¿Y no es verdad que entonces ver a una morena que te parece casi más hermosa? Otras veces pienso que lo mejor y lo más hermoso de todo es un pájaro volando muy alto. Y luego, nada hay tan maravilloso como una mariposa, una blanca, por ejemplo, con ojos encarnados en las alas, o un rayo de sol de la tarde en las nubes, que brilla pero no deslumbra y todo parece tan alegre y tan limpio.
- Tienes razón, Knulp. Y es que todo es hermoso, si lo miras en el momento justo.
- Sí, pero con el placer hay que sentir también un poco de tristeza o temor.
- ¿Por qué?
Verás: una muchacha bonita no te lo parecería tanto si no supieras que tiene su momento de esplendor y luego ha de envejecer y morir. Si algo hermoso tuviera que permanecer igual toda su eternidad, yo me alegraría, sí, pero lo miraría con más frialdad y pensaría: eso puedes verlo siempre: no tiene por qué ser hoy. Pero lo que es perecedero y no permanece igual lo contemplo ahora y con algo más que la pura alegría, también con un poco de pena.

El desierto de los tártaros, Dino Buzzati

No era, pues, el soldado quien canturreaba, no un hombre sensible al frío, a los castigos y al amor, sino la montaña hostil. Qué triste equivocación pensó Drogo, quizá todo es así, creemos que a nuestro alrededor hay criaturas semejantes a nosotros y en cambio no hay sino hielo, piedras que hablan una lengua extranjera; estamos a punto de saludar a un amigo, pero el brazo vuelve a caer inerte, la sonrisa se apaga, porque advertimos que estamos completamente solos.