lunes, 14 de mayo de 2012

Metafísica de los tubos, Amelie Nothomb

Vivir significa rechazar. Aquel que todo lo acepta vive igual que el desagüe de un lavabo. Para vivir, es necesario ser capaz de no situar al mismo nivel, por encima de uno, a mamá y el techo. Hay que renunciar a uno de los dos y elegir interesarse o bien por mamá o bien por el techo. La única mala elección es la ausencia de elección.
Dios no había rechazado nada porque no había elegido nada. Por eso no vivía.
En el momento de su nacimiento, los bebés gritan. Ese grito de dolor ya es en sí mismo una rebelión y esa rebelión ya constituye un rechazo. Ésa es la razón por la cual la vida empieza el día del nacimiento y no antes, pese a lo que puedan decir algunos.
El tubo no había emitido ni el más leve decibelio el día del parto.
Sin embargo, los médicos habían determinado que no era ni sordo, ni mudo, ni ciego. Era simplemente un lavabo al que le faltaba el tapón. Si hubiera podido hablar, habría repetido sin cesar esta única palabra: "Sí".

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