viernes, 25 de mayo de 2012

La hija del sepulturero, Joyce Carol Oates

En la vida animal a los débiles se los elimina pronto”.

Lleva diez años muerto. Diez años enterrado con la cabeza destrozada. Diez años sin que nadie lo llore. Cualquiera pensaría que su hija, esposa ya y madre, se habría librado de él a estas alturas. ¡Como si no lo hubiera intentado, maldita sea! Lo detestaba.

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Ya de muy pequeña, Rebecca empezaría a intuir que su padre, aquella presencia poderosa que se inclinaba sobre su cuna, que a veces la tocaba con los dedos maravillados e incluso llegaba a cogerla en brazos, había sido atrozmente herido en el alma; y tendría que soportar la deformidad de aquella herida, como una columna vertebral retorcida, durante el resto de su vida.

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La historia no existe. Todo lo que existe son los individuos y de ésos solo momentos singulares, tan separados unos de otros como vértebras aplastadas.

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