martes, 15 de mayo de 2012

Beatriz y los cuerpos celestes, Etxebarria

No intentes enterrar el dolor; se extenderá a través de la tierra bajo tus pies; se filtrará en el agua que hayas de beber y te envenenará la sangre.
Las heridas se cierran, pero siempre quedan cicatrices más o menos visibles que volverán a molestar cuando cambie el tiempo, recordándote en la piel su existencia y con ella, el golpe que las originó.
Y el recuerdo del golpe afectará a decisiones futuras, creará miedos inútiles y tristezas arrastradas, y tú crecerás como una criatura apagada y cobarde.
¿Para qué intentar huir y dejar atrás la ciudad donde caíste?
¿Por la vana esperanza de que en otro lugar, en un clima más benigno, ya no te dolerán las cicatrices y beberás un agua más limpia?

A tu alrededor se alzarán las ruinas de tu vida, porque allá donde vayas llevarás a la ciudad contigo.
No hay tierra nueva ni mar nuevo, la vida que has malogrado, malograda queda en cualquier parte del mundo. Tengo veintidós años, y hablo por boca de otros.

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