martes, 13 de noviembre de 2012

La noche del Oráculo, Paul Auster

Qué impresión producía el rojo de la sangre contra el blanco del lavabo de porcelana, pensé. Con cuánta viveza llegaba aquel color a la imaginación, vaya sacudida estética. En comparación, los demás fluidos que segregábamos eran pálidos, chorritos apagados. Babas blancuzcas, semen lechoso, meados amarillos, mocos verdosos. Excretábamos colores de otoño e invierno, pero corriendo invisible por nuestras venas, la esencia misma que nos mantenía con vida, estaba el carmesí de un pintor enloquecido: un rojo brillante como pintura fresca.

(...)

El mundo no es un sitio tan racional, y ordenado como creemos lo aleatorio nos acecha todos los días de nuestra vida; una vida de la que se nos puede privar en cualquier momento sin razón aparente.