martes, 26 de junio de 2012

La hija del sepulturero, Joyce Carol Oates

Porque en la vida no hay música, no se tienen pistas. La mayoría de las cosas sucede en silencio. Vives la vida hacia delante y la recuerdas sólo hacia atrás. Nada se vuelve a vivir, solo se recuerda y eso de manera incompleta. Y la vida no es tan sencilla como el argumento de una película, hay demasiadas cosas que recordar.

jueves, 7 de junio de 2012

Las palmeras salvajes, William Faulkner

Respetabilidad. De eso se trata. Supe hace algún tiempo que es el ocio lo que engendra todas nuestras virtudes, nuestras más soportables cualidades –contemplación, serenidad, haraganería, dejar a los demás tranquilos; buena digestión mental y física: la sabiduría para concentrarse en los placeres de la carne –comer, evacuar, fornicar, sentarse al sol-. No hay nada mejor, nada comparable, nada más en este mundo más allá de vivir el corto tiempo que se nos ha acordado, estar vivo y saberlo.

viernes, 1 de junio de 2012

Demian, Herman Hesse

Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dió unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella. (...) Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría.